27 de septiembre de 2022, 6 p.m.

Abrí el aula de danza y me encontré con seis pares de ojos llenos de ganas, nervios, ilusión y por supuesto, amor. Después de encontrarme con eso, lancé una pregunta:          “Chicas tenemos dos opciones, podemos hacer una muestra de avanzado o podemos liarla pero a lo grande, ¿Qué queréis?” Y ahí empezó la aventura. Nos sumergimos de lleno en un año cargado de técnica, improvisaciones, estilos y mucha, mucha investigación. Gracias a ella llegamos al oscuro mundo de los centro de menores con una frase que ha sido grabada en el cerebro y en el corazón de cada una de nosotras “Cuando gritan el Código 400 son como animales”. A raíz de ahí nacieron estos seis personajes con una profundidad mucho más allá de lo intelectual, empezamos a construir a cada una de estas adolescentes como a nosotras nos gustan las cosas, desde la entraña. Poco a poco las libretas y los pdfs se iban llenando más y más y con ellos aumentaban las preguntas, los enfados, los llantos, las alegrías y las ganas de gritarle al mundo todas las injusticias por las que pasan las personas como Alex, Nadia, María, Bárbara, Lara y Mía. Hoy estamos aquí no para gritarle al mundo entero, porque no podríamos, pero si para contar sus historias a aquellos que estén preparados para escucharlas. Solo me queda darles las gracias a estas enormes bailarinas que componen este elenco. Gracias a todas por el compromiso, por dejarse la piel, por las ganas en cada ensayo, por confiar en mi, abrirse y dejarme ver esas personas maravillosas por las que estoy rodeada. Gracias por haber jugado como estas niñas hasta el final y por dejarme ver cómo os convertíais en seis pedazo de mujeres a las que admiro profundamente.